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Las zonas francas se han constituido como uno de los instrumentos para la promoción del comercio y la inversión más comunes y exitosos en el mundo. Es así como los países buscan generar incentivos en estos espacios con el fin de estimular su desarrollo, fomentar la generación de capital, empleo, ampliar la oferta exportable de los países e impulsar procesos de innovación y transferencia tecnológica.
Si bien en Colombia las zonas francas tienen una historia de más de 50 años, su principal estímulo se dio a partir de la Ley 1004 de 2005 mediante la cual se le brindan beneficios aduaneros, tributarios y de comercio exterior que buscan, entre otros, atraer nuevas inversiones y fomentar la inserción del país en las cadenas globales de valor. A partir de 2005, los resultados en generación de inversión y empleo son satisfactorios. Más de $43 billones en inversiones y más de 200.000 empleos generados muestran que se han convertido en verdaderos polos de desarrollo en las regiones donde llevan a cabo sus operaciones.
Recientemente, el Gobierno Nacional ha expedido el Decreto 659 de 2018, por el cual se modifica el régimen de zonas francas vigente. En general, esta nueva normativa busca simplificar los procesos en zonas francas, así como su armonización con la regulación aduanera. Son muchos los retos que tiene el régimen franco para que el comercio de bienes y servicios desde estas zonas sea realmente simplificado. Uno de ellos es que los servicios informáticos electrónicos de la Dian entren en funcionamiento, lo cual podría darse solamente hasta finales de 2019.
Igualmente, el área disponible en las zonas francas sigue siendo amplia, por lo que los inversionistas pueden seguir viendo en el régimen una oportunidad para desarrollar sus negocios. Sin embargo, para que esto pueda materializarse es fundamental contar con una seguridad jurídica en el largo plazo, por lo que se hace necesario garantizar la existencia de las zonas francas por períodos de tiempo que permitan que los empresarios puedan tener el retorno de sus inversiones.
De llegar a tenerse las condiciones propicias para el crecimiento de las zonas francas en el país, se garantizarán mayores inversiones, empleos exportaciones, las regiones en donde actúan continuarán siendo polos de desarrollo económico y social, se impulsará la productividad del país con altos estándares en tecnología, calidad y sostenibilidad.
Algunos de los críticos de las zonas francas se muestran preocupados por el sacrificio fiscal que implica el beneficio tributario del régimen. Esta visión es corta frente a todos los beneficios que consagra el instrumento: mayores inversiones que de otra manera no hubieran llegado al país y su consecuente desarrollo de empleo, infraestructura, encadenamientos productivos y mejores prácticas en sectores que han crecido por los ecosistemas formados alrededor de las zonas francas. Estos elementos deben ser tenidos en cuenta a la hora de hacer un balance sobre el impacto del instrumento. Precisamente, si se busca diversificar la oferta exportable en bienes y servicios, el régimen presenta los incentivos correctos para ir en esa dirección.
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